sábado, 25 de agosto de 2012

CARTA ABIERTA/12: LA DIFERENCIA


CARTA ABIERTA/12: LA DIFERENCIA


1.
El actual gobierno mantiene una diferencia que se hace notoria cuando crece la espesura de hechos que son portadores de cierta turbación y ambigüedad. Pero en las innumerables tensiones de la hora, permanece siempre un sentido decisorio ligado a un círculo efectivo de protección de las grandes reformas introducidas en la vida social, en la economía de los sectores populares, en las acciones que involucran al Estado asumiendo responsabilidades colectivas indelegables. Y, desde luego, en el tejido de la memoria nacional, como lo demuestran los juicios que siguen ensanchando las fronteras de la democracia activa, hijos del hiato que significó la decisión de que los símbolos del terrorismo de Estado caigan de las paredes del Colegio Militar en donde superponían la historia aciaga del pasado con las historias nuevas que debía vivir el país.

Así, el kirchnerismo es un implícito y explícito sentido de la historia basado en el igualitarismo político, social y de género; en el desarrollo nacional compartido con nuevas políticas ambientales, lo que aún debe perfilarse con vigor e imaginación nueva; en la modernidad basada en críticas pertinentes a la globalización; en el autonomismo de los movimientos sociales, aun cuando entre ellos y el Estado todavía deben generarse posibilidades más ricas de interrelación; en la promoción científica y técnica bajo el doble resguardo de la soberanía nacional y la autonomía del pensamiento crítico; en un latinoamericanismo activo que se inspire en los legados más que centenarios y pueda concretarse en el siglo XXI en nuevas sociedades mancomunadas sobreponiéndose a las acciones desestabilizadoras que son un acecho permanente, como lo demuestra el caso del Paraguay. Y tantos otros hechos, operantes en la memoria pública, que no se pueden oscurecer por los tropiezos y obstáculos que se ciernen en el horizonte. Pero el kirchnerismo es también una actuación posible, necesariamente creativa, en un mundo capitalista en quiebra, que como decían viejos y respetables escritos, surge y crece con sangre entre sus poros, arrastrando a los procesos populares, muchas veces, en su ordalía de decadencia y servidumbre.

Brecha, pausa, fisura, hendija, diferencia. Quedémonos con esta última palabra, aunque las demás son parecidas. En todos los casos se desea significar la figura de una innovación en la espesura de hechos, y como se ha dicho, de una peculiaridad irreductible que subsiste en el movimiento político que gobierna el país a pesar de que se lo quiere ver inmerso en el manejo de arbitrariedades, como disuelto en retrocesos y pequeñas maniobras de subsistencia. Decir diferencia presupone una fórmula para volcar los hechos hacia la percepción de las novedades, que los hace distinguibles a pesar del cúmulo de incidentes circunstanciales y con apariencias contradictorias con el significado que los origina. Es que el kirchnerismo, en primer lugar, es un modo de tomar decisiones bajo el acoso de severas circunstancias políticas. Hay en la Argentina un rompecabezas que no se descifra con los conocimientos clásicos, aunque muchos de sus tramos son sabidos. Continúa entre nosotros la tarea de desfondar el núcleo principal de creencias que selló, hace casi una década, la voluntad de revertir en el país los daños inferidos por una revolución conservadora indefendible, aunque sus consignas destructivas todavía se resistían a salir de escena luego de la formidable crisis del 2001, como lo prueba la votación del 2003, donde Menem aun ocupaba el primer lugar y el no muy conocido Néstor Kirchner el segundo. Para percibir lo que mencionamos como desfondamiento o violentación, basta leer los diarios, porque en ellos está la noticia y también el ariete que las recrea a la manera de un bonapartismo mediático.

¿Cómo se produce el permanente quebrantamiento de la institución gubernativa a partir de los procesos contemporáneos de la justicia y del bonapartismo mediático? Podemos ver que bajo el acoso de un impresionante aparato comunicacional se emplean estilos profundamente corrosivos. Toda inmediatez es promovida como si no hubiera diferencia entre las ocurrencias desdichadas en una sociedad compleja –accidentes varios, hechos de sangre, vulnerabilidad de derechos, todos los sucesos lamentables de la vida injusta, que no ha desaparecido de ninguna de las grandes metrópolis mundiales, inclusive las nuestras-, con lo que podríamos llamar la Culpa Estatal. Tan sólo los que insisten machaconamente que la Presidenta no distingue entre su vida privada y los asuntos públicos, son quienes presentan la imagen de una sociedad quebrada por la inseguridad, la corrupción y la inflación. Para mostrar esta tesis, una batería de imágenes de situaciones de criminalidad se encarga cotidianamente de privar de contextos y de marcos explicativos singulares a acontecimientos que parecerían emanar de un gran hueco donde las vidas están en peligro constante y la responsabilidad de todo ello recaería sobre el Estado.

Todo gobierno de raíz popular hoy está en riesgo y debe partir de esa premisa. Y para disminuir esos riesgos sólo vale acentuar y promover un sentido de realidad tan efectivo e histórico, como empírico e intelectual. Este reclama una nueva visión crítica de los modos comunicacionales que no sólo por ideología y voluntad, sino también por su configuración tecnológica, encarnan una suerte de gobierno de las almas, donde se infunden las nociones fundamentales de miedo, el primitivismo justiciero del vengador y el pensamiento descartable y rápido, basado en golpes pulsionales que anulan toda mediación entre sociedad e instituciones. No se trata de negar la existencia de problemas, pero todos ellos, pasados por los tejidos conceptuales y redes mediáticas, adquieren un estatuto fantasmal, son generalizables como juego inmediatista de las conciencias, infundiendo un sentido de ciudadanía aterrorizada, dispuesta -frente al abismo conceptual que se les presenta- a darle sustento a ideologías de mano dura, securitistas, planes de ajuste, pedagogías del pánico; en suma, derechización de las sociedades.

Contra eso nos expresamos y luchamos. Sabemos que para atacar al gobierno, se ataca la diferencia que encarna. Y para eso se recurre no apenas a los grandes mitos comunicacionales de la vida segura y purificada –mito despolitizador, pues sólo la política pública y colectiva puede dar seguridad democrática a las poblaciones sin artificializar las formas de vida-, sino a enviar sus arietes de izquierda a las zonas de superposición con los grandes aglutinantes de la globalización –por ejemplo, la política minera, que aún no cuenta con suficientes resguardos en cuanto a las exigencias ambientales y, más todavía, a las exigencias de vida de las comunidades cercanas a los establecimientos extractivos -, sabedores que allí hay tareas incumplidas, definiciones que deben transitarse. Pero al señalarse que se está frente a un gobierno que sostiene esquemas económicos atravesados por las dificultades de la hora, los grandes medios han decidido el esfuerzo máximo de travestismo. Mientras acusan al gobierno de apócrifo, deciden ser de derecha cuando atacan los horizontes avanzados en cuanto a las política de derechos humanos; deciden ser de izquierda cuando atacan las políticas extractivas; deciden ser lo contrario de lo que fueron en el 2008 cuando en el 2012 sugieren un sojadependencia; deciden ser libertarios cuando atacan a los periódicos oficiales por ser “pautadependientes”, abandonando como una ilusión adolescente su situación real de ser los grandes medios de comunicación que, a su vez, son empresas del capitalismo internacionalizado, siempre dispuestas a asociarse a las causas más retrógradas del vasto mundo.

Todo, con tal de atacar la diferencia, aquello que hace del kirchnerismo una instancia que se sitúa en el terreno de la decisión nueva. Nueva por guardar el espíritu de cambio de generaciones anteriores, nueva porque navega en las aguas inciertas de una humanidad sometida a poderes coercitivos e inhumanos, y preserva el hilo esperanzado de una sociedad con derechos y libertades redescubiertos para innovar las prácticas políticas. La lucha por mantener y ampliar la brecha está a la orden del día. No se ha oscurecido esa diferencia por la serie de obstáculos que surgen transversalmente de las afueras y del propio interior de ese movimiento político, si lo definimos como colector de amplias modalidades del ser político, tal como se ejerce en los partidos populares argentinos. Ante ello, son necesarios nuevos procedimientos, o la conciencia de nuevos procedimientos que eviten que la distancia de hecho y de derecho producida respecto a la política tradicional, sea devorada por esa misma política tradicional que tiene a su disposicion toda clase de máscaras para su oficio de desfondamiento: máscaras de moralidad abstracta y de izquierdas que no son lúcidas ante la paradoja.
      
Una nueva derecha quiere que se olvide que lo que da fuerzas a esta experiencia contemporánea es el modo cómo, desde sus comienzos, se ligó a la idea de resistencia en los 90, a las movilizaciones sociales inaugurales del siglo XXI y a las tenaces luchas por la memoria y por los derechos, para entonces sumergir la diferencia que organizó el espacio político de esta década. Lo suyo es el aplanamiento cultural a las formas más establecidas de un optimismo comunicacional y sentimentaloide, la legitimación de políticas de criminalización social ejercidas por policías bravas que siguen utilizando la tortura como brutal método represivo, la despolitización enunciada como horizonte de la gestión estatal, la realización de medidas de contención social sin vocación transformadora. Se erige, explícitamente, como alternativa de un tipo de concepción de la política que es conflictiva porque se pretende transformadora, que es reapertura de problemas porque se sabe disruptiva, que por muchos momentos parece apenas balbuceada pero porque no renuncia a su propia invención.

No puede haber, para nosotros, continuidad entre la experiencia política de la que somos parte y esa nueva derecha que quiere erigirse como heredera. Porque si apoyamos la ley de medios es también porque debatimos el formato bajo el cual se forjan subjetividades a la orden de la sociedad del espectáculo. Porque si habitamos el presente con angustia y entusiasmo es porque no creemos que el horizonte pueda ser definido por una idea de felicidad colectiva centrada en el consumo y en la reproducción del capital. Porque si hacemos política es porque vemos, en la escena contemporánea, los intersticios a expandir no sólo para la reparación de los muchos daños que vivió nuestro pueblo, sino también para la creación de formas de vida emancipadas. Nada de eso persistirá si triunfan aquellos que quieren acotar el kirchnerismo a una etapa casual del peronismo, transitoria y renunciable, declarando sucesores naturales a las derechas internas. Lo que está en juego no es poco. Y no se trata de una oscura disputa de poder sino de la posibilidad de que lo sucedido y lo realizado no sea liquidado por los agentes de la repetición, ni conjurado por las fuerzas –múltiples y extendidas- del conservadurismo argentino, presente tanto al interior como fuera de la alianza electoral triunfante.

La situación en el movimiento obrero organizado deja en evidencia el enorme retraso que existe en el campo nacional y popular con respecto a superar viejas modalidades de organización corporativa y de connivencia con las patronales que hoy se transforman en un lastre para el proceso que vivimos. Durante décadas se amasó en Argentina un modelo de sindicalismo que si bien defendía, en algunos casos, los derechos de los trabajadores que representaba, al mismo tiempo fue constituyendo lógicas empresariales en su interior y cercenando alternativas. De allí el nombre de “corporación” que se ha arrojado a la discusión pública. Si la actual hora argentina es, como creemos, de profundas transformaciones, y si está en juego la democratización de cada vez más esferas de la vida social, entonces lo que alumbra este conflicto es la posibilidad de modificar las antiguas organizaciones sindicales. Hoy necesitamos de la participación de los trabajadores, representados democráticamente, en la convocatoria a discutir la participación activa en la construcción conjunta del proyecto nacional.

La ruptura de un sector de la CGT con el gobierno, y su sorprendente alianza con la derecha, contrasta tanto en prácticas sindicales como en posicionamientos políticos con la experiencia que expresan los gremios nucleados en la CTA que conduce Hugo Yasky. A esta constatación no son ajenos ciertos sectores de la clásica central obrera, pero su rol minoritario diluye las posibilidades de incidir en los grandes trazos de la política que se construye desde Azopardo.

En el mundo sindical, las viejas conducciones no pueden admitir que la incorporación de más de cuatro millones de jóvenes trabajadores al circuito productivo acentúe la urgencia de un modelo sindical distinto, con democracia interna y mayores libertades de actuación y representación. La actual legislación no ha podido impedir la fragmentación política de las estructuras tradicionales, ni garantizar que alguno de esos fragmentos sea genuino apoyo para el proyecto que gobierna la Argentina desde 2003.  La ruptura de su alianza con el gobierno no acredita, para Hugo Moyano, el papel que tampoco pueden acreditar para sí aquellos que claman para sucederlo.

La crisis del viejo modelo sindical seguirá siendo una atmósfera propicia para el conservadurismo y la reacción si no es superada con la promoción de leyes que garanticen la plena participación de los trabajadores, que establezcan métodos transparentes de elección, que ilegalicen los procedimientos y prácticas que naturalizan el fraude y la proscripción de listas opositoras, que aseguren la incorporación y representación de las minorías y que, en definitiva, preserven la autonomía sindical y la plena libertad de agremiación.

En esta escena el juicio y castigo a los culpables materiales e intelectuales del asesinato del joven Mariano Ferreyra, cuyo principal acusado es José Pedraza, constituye un inédito hecho contemporáneo que, paradojalmente, surge de un reclamo social, de las actuaciones estatales y de los giros político-culturales profundos de la etapa política, más que de una impostergable revisión del propio sindicalismo en crisis. Un antes y un después quedará sellado por el resultado de este juicio en el que no puede quedar habilitada ningún tipo de impunidad.

Por eso insistimos: son necesarios nuevos procedimientos, porque la diferencia que el kirchnerismo encarna está a la vista. Como ciertas constelaciones, en el agitarse de los días, a veces se ve más nítida y otras no, se balancea entre las zonas penumbrosas de un país difícil para las grandes transformaciones. Para los que hace mucho entienden qué es lo que está en juego, es precisamente por eso –por la diferencia, que es la forma de la esperanza- que lo atacan.


2.
Si algo se viene construyendo como identidad del proyecto en despliegue es lo democrático-nacional-popular. La frase no es un clisé, pues está abierta a la vida cotidiana, a las clases sociales productoras, a los intelectuales de todas las corrientes que interpretan con pluralidad de estilos las necesidades de un cambio civilizatorio. Lo recorrido desde el 2003 instituyó a la autonomía financiera como raíz  de la política económica y también de la propia cultura de esta etapa histórica. Desendeudarse y ser libres para formular nuestros planes, establecer nuestra fiscalidad, direccionar nuestro crédito, manejar nuestra moneda, disponer de nuestras reservas, controlar los movimientos del capital especulativo, evitar la fuga de divisas. Una libertad que, articulada con valores patrióticos, resiste las imposiciones  de las hegemonías mundiales, de amarrar con una lógica unívoca las institucionalidades nacionales, naturalizando un pensamiento único con un lenguaje hecho de palabras que hoy las mayorías populares perciben como penurias, mientras ellos las pronuncian como dogma de la virtud: mercado, ajuste, austeridad, clima de negocios. La nueva época fomentó el renacer de la industria y el  vigor del consumo popular, lo que hubiera sido imposible sin el reencuentro de la economía y la política, de la mano de las decisiones distributivas.

El tránsito de años y de esfuerzos ha dejado una marca en la conciencia y la sensibilidad popular: no hay vuelta atrás, no se atará más el destino nacional al capital financiero internacional y sus préstamos usurarios. Ser dueños de lo nuestro conduce a otros debates y objetivos peliagudos: definir el proyecto de país, de estructura productiva, de diversificación sectorial, de innovación tecnológica, de modelo extractivo, de articulación en la integración regional; nada de esto puede ser agenda del mercado ni de decisiones de corporaciones oligopólicas, sino una cuestión de ciudadanía. Así, la determinación del ingreso de inversiones extranjeras reclama ser involucrada en esa esfera, con la discriminación estatal de cuáles son virtuosas y cuáles son innecesarias e indeseadas.

El ingreso indiscriminado de inversiones extranjeras vivido en otras épocas de nuestra historia significó desarrollismo sin desarrollo, restricción externa en lugar de aporte genuino de divisas, dependencia y no autonomía de la tecnología, estructura económica deformada cuando se la requiere integrada, polarización social que frustraba el anhelo de justicia distributiva, acentuación de las brechas entre regiones que conspiraba contra la unidad nacional. No hay proyecto de desarrollo conducido por una plétora de inversiones extranjeras descontroladas y con destinos errantes. Así, entre un desarrollismo mercantil y un proyecto nacional de desarrollo hay un abismo. El segundo necesita de un plan ejecutado por los liderazgos y representantes populares, apoyado en la participación social y su conducción descansa en la dinámica de un bloque social diferente.

La nacionalización de YPF es un hito hacia la conquista de la autonomía económica. Junto al Correo, AYSA, la estatización de la administración de los fondos previsionales, Aerolíneas Argentinas, son decisiones políticas  que revierten la descalificación que sobre la capacidad empresaria del Estado introdujo, en el sentido común popular,  la hegemonía neoliberal. La subsistencia de ese prejuicio es un lastre, una rémora del desprecio por la política,  un residuo del elogio de lo privado sobre lo público. Recuperar -revitalizado, mejorado y corregido- ese papel del Estado, es vital para profundizar los cambios. Por eso, todo error en la conducción de la gestión estatal, toda desidia o interés particularista en este ámbito, revista una doble gravedad, la que significa en sí misma, y lo que carga en ella como desprestigio de la llave maestra de la reconstrucción popular: la democratización operativa del ámbito de la acción colectiva pública, encarnada en sus instituciones estatales para las cuales ser mejoradas es su obligación inherentemente ética y política. 

Sin esa recuperación resulta imposible contrapesar la extranjerización heredada del neoliberalismo, uno de los ejes principales para la apropiación de los activos y su renta nacionales de la globalización financiera. La  YPF previa a la nacionalización, la administración y el estado de las concesiones ferroviarias con sus episodios trágicos y los comportamientos oportunistas en la fuga de capitales son muestra acabada, por sus falencias, limitaciones y degradaciones, de la ausencia de una gran burguesía nacional que pueda jugar -por sí-  ese rol.  Más productivos y justos resultarán esfuerzos en  apoyo y fomento del despliegue de un empresariado mediano ligado al empuje de mejoras en la productividad, a la redistribución de ingresos, y a un destino propio comprometido con la suerte del proyecto. De la misma manera, deberán seguir profundizándose los esfuerzos por sostener y ampliar las experiencias de economía social que hoy recorren el país más allá y pese a la invisibilización a las que son sometidas.

El abordaje de la cuestión minera, que se entrecruza en los mismos nudos problemáticos, no puede  resumirse  en un productivismo que omita que toda producción es un acto social responsable, ni por una concepción purista de la naturaleza que omita que es el trabajo humano el que la transforma en habitable; sólo que la habitabilidad colectiva regida por el trabajo debe hacer de éste un núcleo que albergue por igual las grandes funciones de la tecnología y las conquistas del pensamiento crítico, según las cuales toda relación social, y toda relación del hombre con la naturaleza y sus dones, es en última instancia de carácter ético. Por eso se demandan justamente enfoques integrales que contemplen tanto la explotación de riquezas con potencia generadora de divisas, como el cuidado del ambiente y la integración de cadenas productivas que eliminen la lógica de persistentes economías de enclave, en las cuales la explotación se reduce a extraer y exportar minerales sin una doble mediación: tanto la mediación industrializadora autónoma como la mediación ética ambiental, de interés de los pueblos, no sólo los que habitan las regiones afectadas por esa explotación, sino de las naciones en su conjunto. Nada mejor que el ejemplo de YPF para avanzar hacia una minería sustentable aceptada por los pueblos a través de eficaces mecanismos de consulta: una empresa nacional que tenga centralidad en el desarrollo de la actividad y cuya racionalidad exceda la acotada mira de la eficiencia basada en la rentabilidad de los grupos oligopólicos.

Esa centralidad y revitalización de las instituciones del Estado es requerida también para revertir el deterioro producido por años de reacción conservadora en el sistema de salud. Sistema fragmentado, ineficiente e injusto, resultado de los sucesivos e intencionados golpes destinados a destruir lo público y dejar el campo libre a la voracidad del mercado. Y aunada a una noción de derecho a la salud, pero en igual relevancia a la expansión de derechos civiles que hoy atraviesa el debate público, se presenta la necesidad de legalizar  el aborto y haciéndolo de alcance libre y gratuito, salvando vidas que por condición social no acceden hoy a intervenciones adecuadas, y realzando el derecho a la maternidad por sobre la servidumbre de la mujer. 


3.
Una de las palabras que todos los pueblos aprenden a pronunciar con prudencia es la palabra tragedia. En este caso podemos decirla. La verdadera hecatombe económico-social internacional que proviene de la crisis de la financiarización construye un momento trágico de la historia contemporánea: destrucción de servicios públicos que devienen en la desatención de derechos económicos y sociales; organismos internacionales de crédito interviniendo como policía financiera para garantizar las acreencias de los bancos en las periferias europeas; Estados nacionales del centro del mundo puestos al servicio de los intereses de las entidades bancarias de sus países; emisión desenfrenada de divisas para el salvataje de las ganancias y los capitales de los especuladores.

Personajes mediocres gobiernan potencias como sombríos espantajos que balbucean lenguas susurradas, cuando no directamente dictadas por el poder financiero y emiten discursos que reclaman mayores ajustes y penurias a los pueblos y regiones mundiales ya acosados por la globalización del capital bajo una implacable estrategia especuladora, mientras los propios esquilmadores se solicitan a sí mismos la continuidad de las políticas que condujeron al desastre. Ni una luz, ni una idea, ni un asomo de inteligencia estratégica en las entrañas de un poder mundial cada vez más tentado y familiarizado con las lógicas de la impunidad. Impunidad de las guerras injustas, de los ajustes despiadados, de los racismos, de las fronteras para los pobres y el internacionalismo para los capitales. Se está construyendo, ante nuestros ojos, un destino que bordea un sentimiento aterrador, con nuevas formas de vigilancia mundial, operaciones clandestinas e intervenciones militares que provocan lo mismo que dicen querer combatir, rediseñándose en las sombras un nuevo código penal sigiloso que internacionaliza puniciones, regula su misma ilegalidad e introduce en el propio campo civilizatorio  nuevas formas de violencia disciplinadora, que incluye acciones militares selectivas que no quieren abandonar la conciencia humanista de Occidente, por lo que se consuelan creyendo que son acciones de la razón los más bárbaros atropellos contra la condición humana. Por eso, nosotros, también actuamos para rescatar un legado filosófico y moral, que aun con sus renunciamientos y deficiencias, todavía puede construir un destino colectivo basado en libertades irreductibles y consideraciones últimas de la razón política inspiradas en las raíces de autodeterminación que tiene toda vida colectiva.

La crisis que hoy se vive es una concurrencia compleja de discursos, sistemas y políticas. Es la evidencia de un fin de época de retrocesos servidos con palabras edulcoradas que velaban la realidad mientras subterráneamente el proceso avanzaba hacia el  actual desastre: fin de la historia, globalización, aldea global. La idea que pudo ser generosa de una humanidad intercomunicada a través de sus mundos de vida, puede quedar en manos de monopolios mediáticos que operan una forma de gobiernos sobre los pueblos, sostenida en el terror subjetivo, el miedo al futuro, el abismo de la historia que solo impondría un refugio en el oscuro placer de la sospecha, en una sociedad del espectáculo que en vez de hacer crecer las artes visuales con el recurso de las tecnologías vistas desde su lado emancipatorio, las ofrecen como circuitos de control de los símbolos de éxtasis, dándole una mísera resolución a la cuestión de la representación, el juego y la felicidad pública.

Como herida expuesta queda la característica estructural de la época y su actual desemboque: la hegemonía del capital y su despliegue revanchista contra el trabajo, manifestada en una redistribución regresiva del ingreso que facilitó la expresión extrema de la contradicción entre producción y consumo. Sin riesgo para esa hegemonía el capital apuesta a una mayor financiarización y dramáticos recortes de derechos humanos a los pobres. Una ruta a la barbarie. Sin embargo, las luces frente a las tinieblas del mundo central asoman en la periferia. La más prometedora, la más desafiante, la más transformadora es la de la nueva América Latina y el Caribe, que en la situación mundial actual se constituye en lo que podríamos denominar un bloque de resistencia contra la barbarie.

El concepto de barbarie fue solicitado en múltiples ocasiones para juzgar las paradojas de la historia. Se lo usó para visualizar lo extraño o lo extranjero, aun cuando fuese portador de virtudes que no encajaban en la mochila de los vencedores. Ahora, como un envío de los tantos sacrificados por culturas políticas que cometieron el profundo error de sentirse superiores solamente por gozar del imperio de la fuerza, surge de los horizontes latinoamericanos un dictamen que viene de lejos y se escucha de múltiples maneras: la lucha contra la barbarie implica revisar historias, construir conceptos nuevos que en la maraña de horas de violencia que vive el mundo, rescate nociones arcaicas de libertad creadora con los lenguajes de una modernidad de los pueblos, que muestre que no cortar el hilo de la memoria es lo más avanzado que pueda ejercerse en materia de liberaciones políticas, intelectuales y artísticas.

Vaya paradoja de nuestros tiempos, reminiscentes como siempre de otros que se presenciaron en el pasado, y que sólo divergen de estos porque la astucia de la historia ha cambiado uno o dos nombres propios; los voceros de esa Europa que parecía ilustrada e inclusiva, cuna de todas las artes y las ciencias y de toda protección social, no trepidan en calificar de populistas a gobiernos democráticos latinoamericanos que han vuelto sus miradas a procederes más ajustados a los deseos y necesidades de sus pueblos. He aquí que si el voto en Latinoamérica y el Caribe está menos “bancarizado” y responde más aproximadamente a lo que necesitan sus indigentes y sus pobres, si crean trabajo en lugar de destruirlo, si sus empresas son más controladas por los Estados y los créditos bancarios se inclinan hacia los pequeños y medianos emprendimientos en lugar de cómo siempre a oligo y monopolios, es porque los acogió el demonio. Pero el pacto con el diablo, gran fábula literaria de todos los pueblos, y que diera tanto en Europa como en Latinoamérica obras literarias ejemplares, desde Goethe hasta Guimarâes Rosa, puede interpretarse hoy como una nueva alianza entre ejércitos tecnológicos y tecnologías financieras, la que usurpando la libre decisión de los pueblos, da curso a una nueva camada de administradores de emergencia que suponen que las poblaciones agredidas canjearán su futuro entrando en las nuevas burbujas del ilusionismo en el nombre de lo que ya no puede pensarse a sí mismo: el capitalismo mundial, en todos sus aspectos.

Consideran honorable gesta atacar a numerosos gobiernos latinoamericanos, con la rara persistencia de un bombardeo continuo, porque se les ha ocurrido dar pasos hacia la autonomía de los países centrales. Estos herejes han decidido crear y fortalecer la UNASUR y crear la CELAC -una renovada región con expansión de derechos y nuevas formas sociales y económicas-, inspirados en las mejores tradiciones independentistas y patrióticas. Las diatribas son feroces y odiantes.  Más aún cuando provienen de los medios de comunicación de la propia América Latina que les son afines y los partidos locales de oposición. Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Dilma y Lula en Brasil, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la Argentina, Hugo Chávez en Venezuela y Mujica en Uruguay, tienen la gran oportunidad, aun en sus diferencias, para mostrar que las fuentes de la democracia que conciben como la mejor forma de organizar la sociedad, implica una noción crítica frente a los que consideran que las naciones libres ya son artificios, meras superficies inventadas como efecto de los grandes negocios, tráficos clandestinos y dominio irracional de la naturaleza. 

El más claro y reciente ejemplo de esta capacidad de la región es la sanción al gobierno ilegítimo que desplazó a Fernando Lugo, acrecentada con la decisión inmediata de incorporar Venezuela al Mercosur. Este hecho, que convierte a la región en la quinta potencia mundial, es la más dura derrota asestada a la diplomacia y a los servicios de inteligencia norteamericanos desde que el ALCA fuera liquidado en Mar del Plata en 2005.

Por eso es necesario preguntarse si este momento argentino y latinoamericano  que se desenvuelve alrededor de los principios de la libertad, la justicia y la dignidad de los pueblos está en riesgo. ¿Es diferente este momento a otros, ya superados, donde se puso a prueba lo que se estaba logrando? Esta pregunta habita en los que han tomado la decisión de colocar sus esfuerzos alrededor de los principios legítimos que animan estos gobiernos de la transformación. No hay dubitación en nuestro apoyo, que se mantiene activo precisamente porque la pregunta por el riesgo, al hacerse, obtiene respuesta afirmativa. Si hay riesgo, que lo hay, hay redoble de la circunstancia solidaria con los gobiernos democráticos de la región. Por eso tomamos la palabra junto con nuestro pueblo, que busca, recuperando antiguas memorias y experiencias,  atesorar en sus manos el destino colectivo, cuando pasa del uno aislado al múltiple, contradictorio y expresivo, diletante y combativo, critico sin razón o con fundamento, que habita en el corazón de toda realidad. De ese pueblo somos parte. Este es el que ha decidido estar, en su mayoría, junto a nuestro gobierno, porque la historia marca su lugar.

Desde los 70, donde todo nuestro continente hervía en los pueblos movilizados por una historia diferente de la que labraron durante décadas la alianza entre las oligarquías locales, los grandes multimedios y los representantes de los intereses norteamericanos, la lucha dejó miles de muertos, cuya memoria destella como reclamo incesante por la justicia. En los 90 el carnaval alegre del salvaje capitalismo festejó el triunfo de los poderosos y el de la miseria económica y moral de los pueblos. Aunque no es la historia esa mochila cargada con anécdotas y fechas, actos heroicos y traiciones, frases célebres y olvidadas, nombres de hombres que figuran con los datos del vencedor y del vencido. Hay una historia que se repite y vuelve a lo mismo. Pero hay otra, la que nos muestra lo que se repite en la historia cuando esta repetición proviene del futuro, y conservando lo más innovador, el acontecimiento del pasado, introduce una diferencia que resitúa ese acontecimiento, le da dimensión y sustancia, lo convierte en poder para realizar esas transformaciones que se pusieron en juego y fueron derrotadas.

No es una cuestión casual, aunque admite porciones importantes de anomalías en lo que nunca es el trazado lineal de una historia. Algunos, como Néstor Kirchner, pusieron en juego la capacidad de captar el momento y hacer lo necesario para la reparación del olvido que había caído sobre el pueblo, para recuperar la política como arma de transformación. No haremos el recuento de lo logrado y que se continua, sin duda, en lo que Cristina Fernández produce en medio de las inclemencias de la hora y que es la continuidad histórica de una posición, de una decisión que transforma las luchas de los 70 en un accionar sin tregua por la igualdad, la justicia social y económica de este tiempo, convirtiendo las heredadas utopías en el poemario laico y complejo de la acción popular. La entrada de cientos de miles de jóvenes a la política anticipa el rostro del futuro, porque sin una movilización masiva, en los momentos necesarios,  queda sin soporte un proyecto que busca aún su tono, sus palabras justas, en medio de decisiones que tomadas siempre en tiempo de urgencia, han cambiado la manera y la intensidad de la discusión política en el país. 

Si hablamos de riesgo sin mordaza alguna, sin ningún condicionamiento a nuestro apoyo irrestricto a este proyecto popular, es porque el bloque del poder tradicional puede aparecer como vencido, pero simplemente posterga, hasta encontrar el momento adecuado para golpear sobre estas jóvenes democracias populares. En nuestro país lo intentaron con la Resolución 125, y no pudieron. Pero han logrado voltear, utilizando los recursos cínicos del republicanismo constitucional y en nombre del rescate de la propia democracia de las manos de sus supuestos pervertidores, la incipiente democracia paraguaya e instalaron, nuevamente, en Bolivia, la idea de un golpe contra el presidente Morales. Como si de una recurrente pesadilla se tratase, la instalación en Mariscal Estigarribia, Paraguay, de la base militar de los EEUU, con 1500 marines con inmunidad diplomática y un aeropuerto donde pueden aterrizar sus gigantescos aviones, recuerdan la evidente injerencia norteamericana en tramos aciagos de una historia no tan lejana que reclama de nosotros, y de nuestros gobiernos, el estado de alerta y denuncia que garantice la continuidad de los proyectos democrático populares.

Pero sabemos que este escenario no es todo. Hay debates que nos corresponden a nosotros, como argentinos. La potencia imperial es previa a sus representantes, a las alianzas históricas con ese sector que representa lo inmóvil de la historia y, más aun, el lánguido reclamo de retroceso de lo tanto que se ha logrado en la Argentina en estos años de gobierno popular. Ese sector nunca se dará por vencido. En la defensa de sus intereses, que radica fundamentalmente en sus tasas de ganancias. Por esto, es necesario afirmar, continuar, debatir, la lógica y hasta diríamos la epistemología que haga imposible este retroceso del país, respecto al avance formidable de estos últimos años, con la única arma posible: profundizar, corregir, proponer, movilizar.

Por otra parte, los pueblos y los gobiernos de Suramérica, son navíos en la tormenta que asumen la responsabilidad de rediseñar las magnas normas para que coincidan con los procesos de transformación que suceden en varios países de la región viabilizando, en algunas de esas experiencias populares, la eventual continuidad democrática de liderazgos cuando estos aparecen como condición de esta inédita etapa regional. Ello configura un “momento constitucional”, apropiado para ligar las transformaciones en curso y el andamiaje legal. No se trata de imponer normas, sectorizar gobiernos, arbitrar en causa propia en cuestiones de grave significación institucional, sino de pensar en forma completa el decurso de una historia. Si las formas más relevantes de los cambios deben ser protegidas, un armazón novedoso de normas debe legislar a una escala constitucional admisible y nueva, las relaciones entre el Estado y la sociedad, entre la producción y el consumo, entre la economía y la política, entre la república y la nación, entre los derechos particulares y los derechos sociales. 

Es posible que no se resista a utilizar la fácil calificación de nombrar el fenómeno como “constituciones de última generación” por la obviedad imperiosa de aparecer como nuevas, pero conviene descubrir y destacar que lo que las distingue es tanto el proceso que las genera como las definiciones con que rediseñan a las naciones. No se trata del antiguo constitucionalismo que lanzaba sus dictámenes luego del crepúsculo, luego de que las guerras terminaran y permitieran que “el buho de Minerva alzara vuelo”, sino que ahora el propio saber constitucional es parte de las acciones políticas reales. El proceso que aquí se desea es envolvente, popular, participativo, no se reduce a la mera emisión de un voto eligiendo a los que en la situación serían los constituyentes. El mandato se cuece en un intenso debate democrático y masivo, en algún caso entremezclado con innovaciones más sensibles de las formas de representación.

Un nuevo cuerpo normativo, realizado y sostenido por un sujeto constituyente popular, debe establecer una barrera antineoliberal, en el reconocimiento de la multiculturalidad, la reconstrucción de la geometría del Estado, la inclusión de nuevas formas de propiedad, el dominio nacional-estatal de los recursos naturales, la protección del ambiente humano y natural, el reconocimiento de la salud como derecho y las responsabilidad del Estado para ofrecer respuestas integrales a la necesidad de salud de las poblaciones con eje en servicios públicos, el respeto a la heterogeneidad lingüística del territorio nacional, las relacionales colaborativas entre sociedad y Estado: en suma, el reconocimiento de áreas que requieren un gran debate imprescindible.

 ¿Cómo no reconocer que Argentina necesita una nueva Constitución? El proceso de transformación en curso que en nuestro país reconfigura la nación es parte del fenómeno que recorre Suramérica. Y este fenómeno, sea que atraviese momentos de bonanza como de riesgo, merece una altura constitucional diferente. Esta es nuestra convicción y nuestro compromiso.-
Buenos Aires, fines de agosto de 2012

Mabel Maidana, Co Coordinadora Comisión Nicolás Casullo
de Medios Audiovisuales en Carta Abierta



lunes, 20 de agosto de 2012

"DENTRO DE LA LEY TODO, FUERA DE LA LEY NADA"


Ante las distintas versiones publicadas en medios gráficos que han generado una discusión sobre quién ocupará la banca disponible en el Senado bonarense, con motivo de la licencia que tomó Nora De Lucía para asumir como Directora General de Escuelas, la Comisión Nicolás Casullo ha tomado posición al respecto.

En nuestro país hace casi veinte años se sancionó la Ley de Cupo femenino con su correspondiente decreto reglamentario. La ley consiste en una medida de acción positiva para facilitar el acceso de las mujeres a los cargos de representación parlamentaria. Luego de su primera aplicación el paisaje que reprodujeron los medios había cambiado: se veían mujeres sentadas en las bancas, tal como había sucedido en el último período democrático antes del golpe de estado de 1955. 

El regreso a la democracia en 1983 hizo visible durante la década del 80' esa falta de representación. La presencia de mujeres en las bancas prácticamente había desaparecido. Como dicen los chinos "las mujeres son la mitad del cielo", había que completar ese cielo. No fue fácil. Transcurridos veinte años tampoco es fácil. Cuando está en juego el poder quienes han tomado decisiones en la vida pública y lo han tenido en sus manos siempre, tratan de interpretar la ley de cupo de acuerdo con sus intereses. Sin embargo la única verdad es la realidad.

En el caso de la banca disponible en el Senado de la provincia de Buenos Aires corresponde aplicar la ley y preservar el cupo femenino. Por lo que a Alcira Vallejo la asiste el derecho de acceder a dicha banca.

A continuación reproducimos el texto mediante el cual adherimos a que Alcira Vallejos sea  quien ingrese al Senado bonaerense:

"La Comisión Nicolás Casullo de Medios Audiovisuales en Carta Abierta considera que Alcira Vallejo es la legítima reemplazante para la banca de Senadora provincial del Frente para la Victoria por la 8° sección electoral que deja vacante Nora de Lucía. Ésto de acuerdo con la Ley 24012, su decreto reglamentario y demás instrumentos legales tanto del orden constitucional, provincial como internacional. 

El Senado de la provincia de Buenos Aires sólo DEBE AJUSTARSE A DERECHO.

Cuando una mujer ingresa a la política,
cambia la mujer.
Cuando muchas mujeres ingresan a la política,
cambia la política.



Mabel Maidana
Ariel Magirena
Domingo Merlino
Co Coordinadores  
Comisión Nicolas Casullo
de Medios Audiovisuales en Carta Abierta"


jueves, 16 de agosto de 2012

MEMORIAS DE UN MERCENARIO (folletín verídico): JUEGO DE TIBURONES




Ningún editor en ninguna redacción dirá jamás “haremos una campaña para destruir a fulano”. No, los editores, los dueños de los medios, y los que allí mandan, no hablan así. No más allá del ámbito de sus herméticas cúpulas, y a veces ni siquiera allí. Suelen presentarse “indignados” por las peripecias morales de Fulano.

Por Daniel Ares (*) / Más bien, y dependiendo ya de las capacidades histriónicas de cada editor, éste se presentará acaso indignado por las peripecias morales de Fulano; quizá nos agregue un inventario de sus probables miserias –que nosotros tomaremos como probadas-, y luego sí, por fin, casi con inocencia, nos encargará una investigación sobre el sospechoso  Fulano, investigación que no será exitosa si no se encuentran los argumentos que sostengan sus prejuicios. ¿Se entiende? Mejor así, en el periodismo industrial, el novato deja de ser un novato a medida que afina el oído.

A fines de 1990, y al cabo de cinco años de sobrevivir como free lance –así  gustaba llamarme-, circunstancias muy personales que no vienen al caso, me obligaron a volver al yugo diario de las grandes redacciones, las “redacciones estrepitosas”, como las llamaba Arlt…

Elegí Noticias de la Editorial Perfil, porque entonces era la revista de mayor venta, y porque en el comando estaban varios viejos camaradas de los días de plomo que sí habían seguido su carrera jerárquica a bordo de sólidos buques mercantes. Apenas me ofrecí por las dársenas, enseguida me tomaron, y allí tenía ya mi primera bolsa de papas doblándome los hombros. Empezaba de vuelta como si empezara de abajo.

El mundo de las grandes redacciones es un ambiente seudo artístico, de seudos artistas y seudos astros, donde el ego auténtico nos revela lo peor de nosotros, egoísmos, vanidades, competencia desleal, celos profesionales –un eufemismo por envidia-, y otras miserias conjugadas… ninguna bohemia, ja, qué va: te dormís cinco segundos, y te pasan una navaja por el cuello.
Así las cosas, en tales ámbitos, no siempre se perdona el retorno de los hijos pródigos que probaron la libertad, y… y que aquí vuelven vencidos.

Allí entonces, cierta tarde, Teresa Pacciti, editora entonces de Noticias, me encomendó “como para empezar” un “recuadrito”- rápido y barato- sobre Eduardo Eurnekian, entonces flamante dueño de la señal América de televisión, ya sobre los aeropuertos argentinos, y tan allegado sino amigo del entonces presidente Carlos Menem.

Allí mismo, Teresa, indignada por carácter transitivo, me contó que “Jorge” (Fontevecchia), parecía muy republicanamente preocupado por el crecimiento patrimonial y mediático del fulano en cuestión…
A buen entendedor, claro… De cualquier forma el destino eran no más de 30 líneas como parte de una nota que ni siquiera me explicaron. Empezaba de vuelta como si empezara de abajo.
Pero la experiencia vale la vida que te cuesta.

Entonces Eduardo Eurnekian mantenía una casi violenta rivalidad pública con Julio Ramos, dueño-fundador de Ámbito Financiero, y que por aquellos días justamente por una licitación con Eurnekian, una señal de radio, o algo  más, eso no puedo recordarlo, lo que sí recuerdo, es que se odiaban.
Tomé el atajo.

Para no molestar al señor Eurnekian con una entrevista en la que me hablara bien de sí mismo sin parar, preferí molestar mejor al señor Julio Ramos, que sin embargo no quiso hablar de su archirrival, en atención a la ética –supuse-, pero quien muy amablemente, al día siguiente nomás, me hizo llegar a la redacción de Noticias pero a mi nombre una caja que parecía contener dos pares de zapatos, pero contenía más o menos cuatro kilos de fotocopias con la vida y la obra, documentos personales, contratos, negocios, antecedente legales, causas, pelos y señales de mi objetivo y sus empresas.
Todo, bah.

En ese plato de plata, faltaba nada más que la cabeza cortada del propio Eurnekian.
El volumen y la calidad del material se llevaron por delante cualquier otra idea, y aquella nota fue la tapa de la semana. Ningún recuadrito.

Arrancábamos bien.

Sentí que aún no estaba en forma del todo, pero que los reflejos todavía respondían, y que las mañas cosechadas en los caminos, comenzaban por fin a florecer… y a fructificar.

Como escribo estos relatos sobre todo para salvar de ilusiones innecesarias a los jóvenes que se inician en la industria periodística, me gustaría por las dudas subrayar la moraleja: cuando tu objetivo tiene enemigos, tu misión tiene amigos. 

Y nunca agradezcan nada.

Antes de un año Julio Ramos iba a cobrarme bien caro aquél favor (que también se hizo a sí mismo)… pero eso es un capítulo aparte.
Lo importante es recordar que en este juego, uno es el pescador, ellos los tiburones. (Continuará)
(*) El autor es editor de Elmartiyo.blogspot
Fuente: Agepeba

Mabel Maidana, Co Coordinadora Comisión Nicolás Casullo
de Medios Audiovisuales en Carta Abierta

sábado, 11 de agosto de 2012

MEMORIAS DE UN MERCENARIO (folletín verídico): “WELCOME TO HELLl”, O BIENVENIDOS AL INFIERNO


Que el periodismo es un negocio basado en la extorsión, lo aprendí en apenas empecé en el profesionalismo, es decir, en el oficio del negocio del periodismo industrial. Hasta entonces me había debatido con mucha vocación y poca suerte entre emprendimientos under, o colaboraciones imperceptibles, y tan mal pagas que sólo yo, creo, podía aceptarlas.


Por Daniel Ares (*) / Pero ya no. Ahora había conseguido un hueco en un buque de verdad, un hueco en el que no hubiese cabido una ameba, quizás, pero yo era menos que una ameba en esa revista tan importante que hasta anunciaba sus lanzamientos por televisión y se vendía en todo el país. Se llamaba Somos, ya no existe, la producía la Editorial Atlántida.
1980 se terminaba y allí estaba yo, todo un debutante, ni siquiera un cronista, apenas unaspirante a que ansiaba trabajar, y quería aprender. Y allí logré, nobleza obliga, las dos cosas. Trabajé mucho, y aprendí mucho.
Y una de las primeras cosas que aprendí, fue justamente que el periodismo es un negocio basado en la extorsión.
A poco de empezar allí, me reclutaron un día para la investigación de la próxima nota de tapa, el“informe especial” de Somos: ¿Por qué son tan caros los remedios?
Mi participación sería desde luego minúscula, pero la causa parecía una gran causa. ¿Por qué son tan caros los remedios, eh?… En plena dictadura, la pregunta sonaba atrevida, rebelde, incluso reivindicatoria…
A  mi me tocó entrevistar a unos cuantos gerentes de grandes laboratorios –exranjeros, claro (la industria nacional ya no existía)- que sin titubear me darían por supuesto sus muchas y sólidas razones para cobrar tan caros sus productos.
Allí estaba entonces yo con mi grabador y uno de ellos (cuyo nombre omito por olvido, no por piedad), cuando el hombre, suelto y relajado ante el cronista novato, incurre en una infidencia escalofriante.
Entre las razones que justificaban el alto precio de sus remedios, me explicó, estaban, por ejemplo, los altos costos de la producción de esos remedios.
-Piense que una droga lleva mucho tiempo de elaboración, de  investigación… sin contar que durante diez años o más, se la prueba en mercados pilotos…
-¿Qué serían “mercados pilotos”? –preguntó demasiado rápido el cronista demasiado joven, y el hombre, demasiado relajado, respondió demasiado.
– Y, por ejemplo… –recuerdo que se frenó y me miró, y que por no decir Argentina, balbuceó:Bolivia…
Corrí a la redacción con mi grabador en llamas.
“Los grandes y monstruosos laboratorios multinacionales usan a los pueblos de Latinoamérica como conejillos de india”, imaginaba el título en cuerpo catástrofe…
Apenas comenzaba y allí tenía una primicia explosiva, una confesión de parte que justificaba por sí sola toda la investigación y su tapa.
Una vez en la redacción, les conté sin respirar a mis superiores del tesoro hallado.
Y mis superiores me escucharon muy entusiasmados y coincidieron conmigo en que el dato era un dato ciertamente explosivo. Acaso me palmearon el hombro y tal vez ese día por fin, se aprendieron mi nombre.  Pero la nota no salió nunca. Aquella investigación y sus explosivas revelaciones, no explotaron jamás.
O sí.
Porque en las sucesivas ediciones de Somos, sin embargo, se multiplicaron repentinos  avisos de laboratorios, en página en impar, y en pliego color.
A mí se me rompió un poquito el corazón, yo recién empezaba, insisto, pero a cambio aprendí tanto con aquella nota inútil, que no sólo comprendí enseguida la esencia del negocio y la dinámica de su industria, sino que allí me convertí de un saque en el “profesional” que hoy retirado, se permite estas memorias, que a mí me expían, y a vos te avisan. (continuará).
(*) El autor es editor de Elmartiyo.blogspot. 
Fuente: AGEPEBA
Mabel Maidana, Co Coordinadora Comisión Nicolás Casullo de Medios Audiovisuales en Carta Abierta

viernes, 10 de agosto de 2012

QUÉ MEMORIA PARA QUÉ PROYECTO



El 2 de agosto comenzó en Mendoza un nuevo juicio por los delitos cometidos en la dictadura genocida, procesos que caracterizan al país de la memoria y la justicia. La justicia más allá de las condenas; la verdad como reescritura del pasado reciente; la memoria que orienta los conflictos del presente.

Por Ernesto Espeche 
Está en marcha el tercer juicio por crímenes de lesa humanidad en la provincia. Diez represores deberán dar cuenta de las desapariciones, secuestros y torturas sufridos por veintiocho militantes durante los oscuros años del terror genocida. Pero más allá del tenor punitivo de las condenas que dictará el Tribunal, las audiencias introducen sobre la superficie del sentido común las claves del debate cultural en el actual escenario político.

Los testimonios de las víctimas, los documentos probatorios del horror y la puesta en evidencia del plan sistemático de exterminio impactan no sólo en el esclarecimiento de lo ocurrido hace tres décadas. En la revelación de un pasado mil veces ocultado está la matriz de las transformaciones en curso, aquellas que se hacen visibles desde hace casi diez años y esas otras que aún deben producirse. 

La relación de la memoria colectiva con los proyectos políticos es evidente. En los años de la impunidad, la cultura del olvido y el perdón sirvieron de base para la profundización de un modelo de feroz exclusión social y vergonzosa entrega nacional. El relato dominante -articulado desde la recuperación democrática en 1983- explicó la etapa dictatorial desde el mito de los dos demonios y desembocó en el plano jurídico en los indultos y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Ese relato fue la clave cultural para ejecutar las reformas estructurales más regresivas que recuerda nuestra historia por su brutal impacto sobre las condiciones de vida de las grandes mayorías.

Un nuevo relato, asentado sobre los valores democráticos y la verdad histórica, emergió en Argentina al calor de la lucha inclaudicable de los organismos de derechos humanos y las esquirlas del estallido social y económico de 2001. Desde entonces, la construcción de un proyecto popular requirió, como premisa fundante, una profunda reescritura de la historia. La historia, digámoslo de una vez, es un terreno en disputa, un lugar donde los distintos proyectos políticos que intervienen en el presente pujan por establecer los márgenes de la representación de los hechos del pasado. 

Hacer memoria, entonces, no es el acto mecánico e individual de recordar. Es, más bien, participar de una dinámica colectiva y compleja en la que se juegan los valores que constituyen el orden social presente.

Desde este enfoque, las instancias judiciales que se abren alrededor de los crímenes del Terrorismo de Estado son mucho más que un acto de reparación y de justicia. 

La política de derechos humanos del gobierno nacional fue la clave para avanzar en las medidas redistributivas, de ampliación de derechos y de soberanía política y económica: desde la Asignación Universal por Hijo (AUH) hasta la recuperación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF); desde el matrimonio igualitario hasta el desendeudamiento; desde la Ley de Medios hasta los millones de nuevos puestos de trabajo. 

La agenda política mendocina debe pensarse en ese sentido y en ese contexto. La sustanciación del tercer juicio abre nuevos espacios y renovadas posibilidades para pensar los temas más complejos y deslegitimar los planteos más reaccionarios. 

Así, la seguridad ciudadana no puede resolverse al margen de su relación con los derechos humanos. El paradigma de la seguridad democrática no es un capricho garantista, es la constatación, surgida de una mirada sobre nuestro pasado, de que el endurecimiento del margen represivo es la puerta de ingreso a los abusos y los tormentos ejercidos desde el poder estatal. Los testimonios que se podrán escuchar en el juicio que acaba de comenzar serán una cruda muestra de los límites que no debemos atravesar. La llamada Ley Petri, por ejemplo, va en ese oscuro camino. 

Las políticas sociales no deben ubicarse como simples paliativos, tal como se las entendió años atrás. Son, como se las está ejecutando, una herramienta de inclusión para terminar con los resabios de la marginalidad estructural heredada del neoliberalismo. El trabajo digno, entonces, debe ser el objetivo final, porque es en él donde se reconstruye el tejido social desmembrado desde la dictadura y donde se recupera la expectativa en un futuro mejor. Quedará plasmado en los juicios que uno de los objetivos del plan genocida fue desarticular los ámbitos de organización colectiva, uno de los cuales, sin dudas, era el espacio laboral. 

El sistema productivo-industrial tendrá que continuar su recuperación. El eje central del plan represivo fue la implantación de un modelo basado en la especulación financiera y el desmantelamiento de la industria nacional. Será tarea de las autoridades nacionales y provinciales seguir promoviendo la asociatividad y los modelos solidarios de gestión productiva. 

Una reforma constitucional que revalorice la participación ciudadana irá, seguramente, en el sentido virtuoso de recuperación de la actividad política por parte de las nuevas generaciones. Por décadas, el horror de la represión, y el desencanto en los años que le siguieron, alejaron a la política de sus ámbitos naturales de desarrollo y la subordinaron a las necesidades del poder económico. 

Son múltiples las consecuencias de la revisión de nuestro pasado reciente. En el debate actual, urgente y cotidiano, las diferentes miradas y perspectivas no pueden disociarse de un modo particular de explicar la etapa más oscura de la historia argentina. En esa puja, cada causa que avanza, cada represor condenado y cada nuevo dato que se sale a la luz debilita a la reacción conservadora y fortalece al proyecto nacional, popular y democrático que se abre paso desde 2003. 

El contraste es elocuente: los gobiernos provincial y nacional participan como querellantes en el juicio y altos funcionarios presencian las audiencias; mientras, radicales, demócratas y gran parte del arco opositor cuestionan la legitimidad de estos procesos, o menoscaban su relevancia histórica.

Si no comprendemos la relación entre memoria y proyecto político, podemos quedar empantanados en serias contradicciones; es un riesgo que no nos debemos permitir si aspiramos a continuar el rumbo de la transformación.
Fuente: Redacción de APAS Mendoza

lunes, 6 de agosto de 2012

MEMORIAS DE UN MERCENARIO (folletín verídico): “MEA CULPA”


Por el linchamiento mediático de Guillermo Luque, en 1991, en Catamarca. Una confesión liberadora: en el medio, el torturador Patti, el “empleador de mercenarios” Fontevecchia, Menem y una monja. Su autor se retiró de lo que en estos textos llama “el periodismo industrial”, “no arrepentido, pero si harto”, al cabo de 25 años de servicio.

Por Daniel Ares (*) /  Yo fui uno de los periodistas que linchó a Guillermo Luque en el verano de 1991, allá en Catamarca, cuando mandamos a la cárcel a un pibe de veinte años por más de veinte, acusado de un crimen que ni siquiera la mismísima Justicia le pudo probar. No me siento culpable, pero tampoco inocente, no fui el único que participó del linchamiento, ni tampoco fuimos sólo los periodistas. Era la hora de oro del clamor popular.

Para los que no recuerdan el caso que basten estas líneas, o que busquen más en Google bajo cualquiera de los nombres que aquí voy a dar: en setiembre de 1990 María Soledad Morales -17 años, alumna de un colegio de monjas del centro de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca-, apareció asesinada, torturada y violada un lunes a la mañana; y por supuesto esa ciudad, esa provincia –y acaso este país- nunca más fueron lo mismo. Allí terminaban muchas historias porque empezaba esta.

El inmediato primer sospechoso fue Luis Tula, amante de María Soledad, hombre mayor de edad, y casado, así que su esposa, claro, pasó a ser entonces la segunda sospechosa…

El caso parecía así de rápido resuelto, cuando allí surge a la fama nacional la hermana Marta Pelloni -monja directora del colegio al que asistía la víctima-, acusando con nombres y apellidos a cuatro de los hijos predilectos del poder entonces sempiterno de la provincia: el hijo del intendente, Diego Jalil, el del jefe de la policía, Miguel Ángel Ferreira (h), el de un sobrino directo del gobernador, Arnoldito Saadi;  y el hijo del diputado nacional por la provincia Ángel Luque: Guillermo Daniel Luque

Según la monja, María Soledad se les “había ido” en el marco de una “orgía de drogas y de alcohol”.

Por supuesto desde el poder reaccionaron ante las acusaciones, pero también entonces reaccionó la población como nunca antes había reaccionado en Catamarca. Allí nacieron las marchas del silencio, y en ese silencio, se derrumbaba sorda la dinastía de los Saadi.

Sexo, política, drogas, dinero y sangre, al caso no le faltaba nada, cuando entonces le pusieron la frutilla de la torta: en los primeros días de enero de 1991, el presidente del país, Carlos Menem, como si fuera el comisionado Fierro llamando a Batman, le encomendaba el caso al ya mediático subcomisario de “la Bonaerense” -procesado entonces por apremios ilegales-, Luis Abelardo Patti. Tras sus pasos fuimos todos.

Todos. Diarios, revistas, agencias, radios, canales, todos.

En la abulia estival de un verano sin romances, divorcios ni suicidios, “el Caso María Soledad Morales” fue entonces la bendición y salvación de todo el periodismo industrial sin excepciones.

Por aquellos días yo estaba al servicio de la revista Noticias de la Editorial Perfil, de Jorge Fontevecchia.

Medio y dueño -gustaría recordar-, pretendieron siempre ser mucho más que un fabricante de revistas y su producto más lustroso. Lo suyo suponía más bien una causa personal casi patriótica, Noticias era su pluma y era su espada; y nosotros, sus empleados -sobre todo los de Noticias- debíamos suponer que buscábamos la verdad para alumbrarle a los argentinos el camino de la democracia, de la justicia y la moral. 

Pero todo era mentira, más bien, lo único importante era facturar. Y aquel del ‘91, vaya si fue un verano pródigo…

Apenas comenzado el año, aquella espantosa tragedia catamarqueña se llevó de un solo tornado las marquesinas de todas las obras del vodevil atlántico.

Desde la guerra de las Malvinas ninguno de los periodistas que habíamos cubierto ambos sucesos recordábamos otra concentración de prensa tan grande en un lugar tan pequeño. Ni siquiera faltaban corresponsales extranjeros. Catamarca era el centro del país, sino del mundo.

Todos juntos una mañana, detrás de Patti y de sus hombres, desembarcamos allí con nuestras cámaras y nuestros micrófonos, y nuestros apuros antes que nada.

Por mi parte, en 48 horas “cerraba” Noticias, y antes de eso yo debía investigar -y ya que estamos, resolver (de ser posible en primicia exclusiva)-, toda la verdad sobre un caso del que nada de verdad sabíamos.

Para mejor distinguirse de Atlántida, Fontevecchia pagaba muy mal, y sobre todo retaceaba los medios a la hora de producir. Recuerdo que pese a tener el cierre encima, nos mandó en ómnibus desde Buenos Aires; y que además tenía un sistema de viáticos que te obligaba a llevar una contabilidad aparte, o terminabas pagándole por trabajar. 

Sus revistas bien vestidas suelen ser empanadas rellenas de aserrín y vidrio. Pero qué importancia tiene nada de eso cuando el único objetivo es “la Verdad, la Justicia, la Democracia”, y mayúsculas así, ¿verdad?…

El negocio de los medios suele ser como cualquier negocio, donde el cliente siempre tiene la razón, y si no la tiene… allí estamos nosotros justamente para dársela.
El negocio de los medios es captar, interpretar, más bien, la canción que el público quiere escuchar.

Por eso el público de izquierda, ya lo expliqué, compra medios de izquierda, y el de derechas…

La revista “Así es Boca”, por dar un ejemplo, tuvo mucho éxito porque no hablaba bien de River…

Y Fontevecchia no conseguiría ni conseguirá jamás prestigio periodístico ni moral, pero lleva años sobreviviendo en el negocio del periodismo, justamente, porque lo conoce.

En aquellos días que les cuento, el grueso del público argentino –recalentado ya por los grandes medios nacionales (insuflados a su vez por Menem, que soñaba con sacarse de encima a Ramón Saadi en la interna justicialista)- había decidido que el asesino de María Soledad Morales era Guillermo Luque, hijo del obeso diputado saadista Ángel Luque, cuya imagen nunca midió nada bien en el televidente medio…

Para cuando llegamos a Catamarca, ya de los cuatro acusados por la hermana Pelloni, sólo quedaba uno: Guillermo Luque, el único de los cuatro que había salido a defenderse públicamente, como quien oscurece mientras aclara. Y de allí en más, por lo tanto, Guillermo Luque no dejó de excusarse nunca más… ni volvió a ser escuchado tampoco.

Él era ya el asesino de María Soledad, todos lo sabían, y sólo hacía falta demostrarlo. Fuera como fuera. Ya las marchas del silencio callaban su solo nombre; mientras nosotros, la prensa libre y toda, lo gritaba a viva voz en la euforia de los récords de ventas que vencíamos semana a semana.

Una hija de los pobres había sido asesinada. Un hijo de los ricos preso, parecía justicia.
Y para eso estábamos nosotros, la impoluta vox dei de la vox populi que a su vez representábamos y alimentábamos, y viceversa…

Por otra parte, Guillermo Luque no sólo era hijo de un rico obeso saadista, sino que además trabajaba en el Congreso Nacional contratado por su propio padre, así que pronto fue también acusado de “ñoqui”, y ya que estaba de vago, juerguista, drogadicto, degenerado, medio puto, en fin… De a poco y entre todos dibujamos con ese pibe al asesino que la gente más quería. La monja nos daba su bendición, y el pueblo nos alzaba en su ovación. Mejor aún: el pueblo nos compraba y nos compraba.
Por su parte, Patti tampoco precisó investigar demasiado para saber por qué estaba allí y a quién debía perseguir y encarcelar.

En cuando a los jueces del caso… pasaron seis o más, ya nadie los recuerda, uno a uno los fuimos descartando hasta que por fin apareció el que se avino a cumplir sin tantos tecnicismos el mandato popular, que nosotros, por supuesto, expresábamos. Pero eso fue después.

En menos de 48 horas, recién llegados y medio fundidos, con el fotógrafo levantamos la cantidad necesaria y suficiente de testimonios y fotos que sostuvieran como fuese el argumento que llevábamos preconcebido por imperio del marketing.

A punto para el cierre, con tono trágico, recursos del buen folletín, y apenas el rejunte de chismes que a mi paso cualquiera me contaba, despaché una nota perfectamente esquiva entre potenciales improbables en un juego de intrigas que sin solución conducían al mismo desenlace: Catamarca era un infierno, y Guillermo Luque el hijo del diablo. Cumplimos.

Por supuesto, con menos de 48 horas no tuve tiempo de chequear una sola palabra de lo escrito; pero mi comando en Buenos Aires quedó tan satisfecho, que allí nos confirmaron en la cobertura una semana más…

Entonces mi jefe directo era el gordo Rubén Giordano, quien inmediatamente me llamó para decírmelo. La paga no era buena, pero el caso era un gran caso. Por mercenario que uno sea, la adrenalina es la adrenalina.

Claro que como suele suceder en estas notas, más allá de lo que uno escribe y luego te publican, está lo que uno de verdad va sabiendo a medida que pregunta, mira, oye… investiga, bah.

Y resulta que entonces, para la segunda entrega, yo sabía mucho más de lo que sabía recién llegado, y ya no estaba tan seguro de todo lo que había dicho entonces.

Lo hablé con Giordano, le dije que me parecía mejor preservar al pibe Luque hasta que la justicia pudiera probar algo… Giordano por supuesto lo habló con “Jorge”, y de regreso de su encuentro –ya con sus Diez Mandamientos tallados en piedra-, me recordó, primero, que yo era “un profesional”, y sobre todo, lo que ya todos sabíamos sin que hiciera falta saberlo.

- Dejáte de joder, Daniel, todos sabemos que se la cargó el pibe Luque, y que lo protegen porque es quién es, ¿qué me venís con “preservarlo”?… -, recuerdo exactamente que me dijo, tan lejos él de Catamarca, tan allí yo…

En menos de dos meses Patti encarcelaba a Guillermo Luque por orden del juez Luis Ventimiglia, y unos años más tarde, otros jueces -sin que del fallo se desprendiera cómo ni cuándo ni dónde ni quiénes mataron a María Soledad Morales.- condenaban a Guillermo Luque (junto al primer sospechoso del caso, Luis Tula), a veintiún años de cárcel.

De vuelta al verano del ‘91, pocos días antes de que lo detuvieran, cerramos la temporada y agotamos el caso con una edición especial de Noticias, improvisada y falaz, pero que en sólo dos días vendió el doble de lo que vendía habitualmente en una semana entera. La competencia no pudo agregar más nada.

El caso siguió su curso pero los periodistas dejamos Catamarca apenas terminó el verano. María Soledad ya no vendería más sino hasta el día del juicio, y para eso faltaba todavía…

Sin embargo a muchos de los que cubrieron el caso el aura de héroes populares les iba a durar semanas y meses; y algunos, por mucho más tiempo aún, sintieron incluso orgullo de lo que habíamos hecho allí, cuando linchamos a un pibe a la cabeza de un pueblo recalentado en su furia por la canción que le cantábamos nosotros.

Yo fui uno de esos hombres. Precisaba esta confesión.

(*) El autor es editor de Elmartiyo.blogspot.com