sábado, 13 de abril de 2013

INUNDACIÓN, UNIVERSIDAD Y EJÉRCITO


Por Jorge Bernetti (*)
Hay dos imágenes fuertes del movimiento universitario de la Reforma del ´18 en Córdoba: una, la de los estudiantes que trepados al techo del edificio central de la Casa de Trejo izan la bandera nacional. La otra, reproducida en innumerables fotografías periodísticas muestra los fusiles arracimados de los soldados de un regimiento del Ejército y sus soldados guardándolos en la ocupación del edificio central de la Universidad. Esas tropas fueron enviadas por el gobierno nacional antes de que el presidente Hipólito Yrigoyen resolviera aceptar el petitorio de cambio revolucionario de la Universidad que proponían Deodoro Roca y sus compañeros.

Esa foto fue para el siglo XX argentino el sino inaugural de una relación violenta de la Universidad y los poderes dominantes. El Ejército entró ya con habitualidad a los recintos educativos superiores con habitualidad. En 1929, las tropas del Ejército ingresaron a la Universidad Nacional de Rosario. Entre otras facultades lo hicieron en la de Odontología, donde el joven presidente de su centro de estudiantes, el bonaerense Héctor Cámpora, encabezaba la rebeldía. Cámpora fue excluido de esos claustros y terminó luego su carrera en Córdoba.

La relación de las Fuerzas Armadas y la Universidad fue conflictiva. Porque sectores importantes de esa Universidad se solidarizaron con las políticas de los gobiernos fraudulentos de la década infame y sectores importantes del movimiento estudiantil denunciaron la entrega de la economía al capitalismo internacional, la represión social  y la reducción de la práctica democrática al ejercicio del fraude.

Luego la relación de la Universidad y el peronismo padeció un fuerte enfrentamiento por la oposición conservadora de las capas altas y medias al gobierno del general Juan Domingo Perón.
Después de la libertadora y con el pleno desarrollo de la guerra fría, el carácter del enfrentamiento varió. Y con el golpe de la revolución argentina, en 1966, fue un general en actividad, como jefe de la Policía Federal quien encabezara la toma de la Universidad de Buenos Aires en la noche de los bastones largos.

Ese fue el comienzo de otra etapa donde los jóvenes estudiantes nacionalizados y militando en las fuerzas populares y revolucionarias, se plantearon el retorno de Perón de su exilio y el de la democracia y una perspectiva revolucionaria de liberación.
El cierre de aquél contradictorio momento de la historia nacional, condujo a los generales de la guerra fría, el anticomunismo acervo, el gorilismo militante y, sobre todo, la alineación fervorosa con el Pentágono norteamericano, a la brutal represión sistemática y a la oportunista utilización del nacionalismo anti-colonial que concluyera en la derrota de Malvinas.

Después del ’82 y después del ´83, con sus juicios y luchas para establecer las responsabilidades políticas por la masacre de los años de plomo, la distancia quedó establecida entre la Universidad y las FFAA.

Y de repente, las tropas volvieron a entrar en la Universidad. Los pudimos ver en la sede “Néstor Kirchner” de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (FPCS) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Eran efectivos el regimiento 7 de Infantería con sede en las cercanías de La Plata, del regimiento 8 de Caballería Blindada Cazadores “General Necochea”, con cuarteles en Magdalena, del Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín” (escolta presidencial) y unidades de la Policía Militar. El significado de ese ingreso invierte el desempeño histórico analizado. Por órdenes de su comandante en jefe, las fuerzas militares (cómo también las de seguridad, como la Gendarmería) se sumaron al operativo para enfrentar las inundaciones. En la Facultad de Periodismo, la novedad fue además de su ingreso consentido su trabajo cooperativo con los civiles, jóvenes militantes estudiantiles o no, que pese a los que les preocupa el uso de sus pecheras identificatorias trabajaron duro y parejo para auxiliar a sus compatriotas, sus hermanos.

Y esto se produce en un marco político que no ha rebajado sus exigencias, donde el rol de las FFAA está claramente dirigido por el poder político representativo de la soberanía popular y donde la realización de los juicios a los militares (y civiles) directamente responsables de la represión durante la tiranía procesista, está en pleno desarrollo. Los uniformes no fueron repudiados porque su cometido era plenamente pertinente a las funciones auxiliares que tienen las FFAA y porque esa presencia no se daba en un marco de una eventual devolución de favores por alguna claudicación civil.

La UNLP ya ha prestado funciones muy valiosas a la Defensa nacional, cuando en el gobierno kirchnerista ha participado a través de su Facultad de Ingeniería, en el control de operabilidad de los aviones de las tres Fuerzas, una acción realizada por primera vez en las historia de la aviación militar por una organización civil. O en la formación de comunicadores en la Armada por la Facultad de Periodismo en la extensión de Punta Alta.

Los militares que ingresaron a la sede de la Facultad, lo hicieron en el marco de una política de Defensa nacional que reconoce su inspiración lejana en el Discurso de la Defensa Nacional, pronunciado en 1944 por el entonces secretario de Guerra, coronel J.D. Perón, en el auditorio del universitario Colegio Nacional “Rafael Hernández” en el bosque platense. Lo hicieron en el marco de la Constitución Nacional. Lo hicieron en una perspectiva de Derechos Humanos en la que comenzaron a ser formados los oficiales y suboficiales de las Fuerzas.

Se abre un desafío para la Universidad pública y las nuevas generaciones: consolidar y profundizar las reformas y responsabilidades democráticas, populares, nacionales y latinoamericanas (ahora en desarrollo en el Consejo Suramericano de Defensa) en una nueva relación entre aquella y los que deben ser herederos de los ejemplos de  Moreno (el primer secretario de Guerra), San Martín, Belgrano, Güemes, Juana Azurduy, Mansilla y los héroes de Obligado, y los más cercanos como Mosconi, Savio, el brigadier San Martín, Pujato, Valle, Alberte y quienes nunca se sometieron al bando proimperial y oligárquico que oprimió al pueblo, destruyó el Estado y castigó la Universidad pública.

La senda está abierta y cabe recorrerla, en esta histórica oportunidad, para consolidar y profundizar la refundación de una sociedad justa, libre, solidaria e independiente.
(*) Profesor titular FPCS-UNLP.
Fuente Agepeba

Mabel Maidana, Co Coordinadora Comisión Nicolás Casullo
de Medios Audiovisuales en Carta Abierta

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