lunes, 29 de agosto de 2011

DOS FECHAS, UN SOLO EJEMPLO

Para el 11 de noviembre de 1951 estaban previstas las elecciones presidenciales. Esa misma fecha las mujeres votaban por primera vez. La ley 13.010 sancionada el 23 de setiembre de 1947 significaba la incorporación de las mujeres a la vida política con la posibilidad de elegir y ser elegidas. Fue producto de la intensa militancia de Evita y sus delegadas censistas a lo largo y a lo ancho del país.

El 22 de agosto de 1951 se produjo la mayor concentración popular convocada por la Confederación General del Trabajo, que la denominó Cabildo Abierto Justicialista. El objetivo era la proclamación de la candidatura presidencial de Perón pero también la de Eva Perón.

Desde tiempo atrás se hablaba de esa fórmula impulsada por el Secretario General de la CGT José Espejo. El nombre Evita candidata a la vice presidencia corría como un reguero de pólvora. El  2 de agosto 200 miembros del Comité Central Confederal de la CGT solicitaron al Gral. Perón la reelección que ellos proponían y “el vehemente anhelo de todos los trabajadores en el sentido de que la Sra. Eva Perón sea consagrada vice presidenta de la Nación”. A partir de ese episodio se multiplicaron los actos de adhesión a la fórmula Perón-Eva Perón.

El 22 de agosto, día del Cabildo Abierto, desde un palco preparado especialmente sobre la avenida Nueve de Julio y Belgrano, tuvo el carácter de  una verdadera asamblea popular. Abrió el acto José Espejo  exponiendo el anhelo de la clase obrera de llevar en la próxima elección presidencial la fórmula Perón-Evita,  ante más de un millón y medio de trabajadores y sus familias. El pueblo interrumpía al orador y no lo dejaba hablar reclamando la presencia de Evita.   Perón es advertido en el palco de la presencia de su esposa. Los funcionarios, dirigentes políticos y gremiales que se encontraban junto a él, dejaron paso a Evita, y cuando el pueblo la vio allí parada, casi sorpresivamente, estalló en un grito  estruendoso. 

A partir de ese momento Evita y el pueblo protagonizaron uno de los diálogos más profundos  y emotivos de la historia argentina. Ese día  se instalaban en la memoria hitos inéditos para el peronismo y que se incorporaron a su cultura: el diálogo intenso y emotivo del pueblo con la Abanderada de los Humildes, la asamblea popular que luego fue y es parte de las prácticas peronista. 

Desde entonces, ese día, el 22 de agosto, ha quedado en la historia de las luchas populares como el Día del Renunciamiento, marcando a fuego una comunión entre esa mujer y su pueblo que aún hoy,  conmueve por la sinceridad. Sin embargo ese día no hubo una renuncia. Sólo se habrió un compás de espera, unos días para dar su respuesta, como lo pidió Evita.

Evita, ya con la grave enfermedad a cuestas, intentó contener el pedido del pueblo: su candidatura a la vice presidencia. Luego del diálogo fuerte, emocionante, con  intercambio de opiniones entre ella y el pueblo, Eva pidió unos días para pensar e improvisó un discurso, estos son algunos párrafos:


"Hoy, mi General, en este Cabildo del Justicialismo, el pueblo, como en 1.810, preguntó que quería saber de qué se trata. Ese es el pueblo, son las mujeres, los niños, los ancianos, los trabajadores que están presentes porque han tomado el porvenir en sus manos y saben que la justicia y la libertad la impondrán únicamente teniendo al General Perón dirigiendo a la Nación (…)

“No me interesó jamás la injuria ni la calumnia cuando se desataron las lenguas contra una débil mujer argentina. Al contrario, me alegré íntimamente porque serví a mi pueblo y a mi General. Yo siempre haré lo que diga el pueblo, pero yo les digo que así como hace cinco años he dicho que prefería ser Evita antes que la mujer del Presidente, si ese Evita era para aliviar algún dolor de mi patria, ahora digo que sigo prefiriendo ser Evita.

Yo, mi General, con la plenipotencia espiritual que me dan los descamisados, te proclamo, antes que el pueblo vote el 11 de noviembre, Presidente de todos los argentinos. La Patria está salvada porque la gobierna el General Perón."

El pueblo le reclama que acepte el cargo. Comienza un diálogo: "Yo les pido, a la Confederación General del Trabajo y a ustedes, por el cariño que nos profesamos mutuamente, que para una decisión trascendental en la vida de esta humilde mujer, me den por lo menos cuatro días."

"Compañeros,... compañeras: Yo no renuncio a mi puesto de lucha. Yo renuncio a los honores."

"Yo haré, finalmente, lo que decida el pueblo." -Un aplauso ensordecedor embarga la multitudinaria concentración.

Finalmente  en la noche del 31, Día del Renunciamiento, y por la cadena de radiodifusión el país conoció oficialmente la respuesta de Evita. Comunicó su "decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor.... pero no a la lucha" y que esa resolución “surgía de lo más íntimo de su conciencia".

El testimonio de la propia Evita sobre las causas de su renuncia dejan perfectamente claras las razones y motivos de su decisión. Sin embargo ha sido puesta en tela de juicio y por designios poco claros se los omite  obstinadamente. Ese día Eva Perón eligió nuevamente ser Evita. La militante, el nexo entre el pueblo y Perón, la Abanderada de los Humildes. Lo dijo con claridad: “renuncio a los honores, no a la lucha”

Dos fechas inseparables, un destino. Esas fechas indicaron no sólo la decisión personalísima de Eva, también señalaron un modo de ser y estar en la política. Una ética peronista.   

Su actitud y sus palabras fueron una guía de acción para la militancia de varias generaciones de peronista quienes cumplieron sentidamente con el mandato de la Compañera: “ustedes recogerán mi nombre y  lo llevarán como bandera a la victoria”.

Mabel Maidana, Co-coordinadora Comisión Nicolás Casullo
de Medios Audiovisuales en Carta Abierta